la arqueología

lunes, 29 de octubre de 2018

Culturas y tipos

Culturas y tipos (nace el evolucionismo)

Durante mucho tiempo, la arqueología avanzó sólo por adicción o por las mejoras en las técnicas del trabajo de campo o de laboratorio, pero sin planteamientos científicos honestos. De ahí surgió el viejo adagio: «Los arqueólogos de campo excavan en la basura, los arqueólogos de laboratorio escriben basura» (Paul Bahn). Efectivamente, los especialistas en arqueología y prehistoria se confundían porque ninguna de las dos disciplinas había sido definida, salvo en los aspectos prácticos. No había un cuadro filosófico claro, se excavaba, a menudo, como otro medio de explotación colonial, o se anteponía el prestigio personal del arqueólogo a la protección del yacimiento, se buscaban tesoros y se despreciaba lo cotidiano.

Primeras herramientas conocidas en Europa.
Eso sí, a través de la detallada definición de los artefactos arqueológicos nacieron los tipos arqueológicos; por medio de sus similitudes y diferencias, la arqueología tradicional aprendió a crear los primeros modelos abstractos, los tipos y las culturas. Los tipos, a través de sus relaciones, de su idiosincrasia, de su ausencia o presencia, de su estilo..., servían para establecer grupos humanos, es decir, culturas. Se fue mucho más allá, tomando un préstamo de la paleontología, se desarrolló el concepto de «fósil-guía», un tipo de artefacto arqueológico que distinguiría la idiosincrasia de una cultura frente a otras, de modo que su presencia permite distinguirlas fácilmente. Las culturas se vinculaban a un tiempo y a un lugar, eran manifestaciones equivalentes a los tipos, pero aplicables a pueblos con rasgos peculiares, diferenciables que, generalmente se equiparaban a etnias. De este modo la cultura arqueológica devino en ser lo mismo que la cultura material. No obstante se entendían los cambios de un modo simplista, un determinismo lineal teleológico: las leyes humanas conducían indefectiblemente al progreso. Y el paradigma del progreso era Europa. De un modo u otro, los arqueólogos habían encontrado la justificación del origen de su cultura, de su supuesta superioridad sobre el resto del mundo, en especial, la burguesía que, paradójicamente, recurría a las tradiciones del pasado para explicar su ascenso social y para justificar sus actividades como un beneficio para la humanidad. Es lo que se dio en llamar la "teoría genealógica".
Pioneros en este terreno son los daneses Thomsen y Worsaae, creadores de la idea de las tres edades de la Prehistoria (edad de Piedra, edad de Bronce y edad de Hierro), completada por Lubbock (Paleolítico y Neolítico). Todo esto ocurría a mediados del siglo XIX (la época de las grandes revoluciones burguesas); al mismo tiempo que Darwin, Lyell, Perthes y los descubridores del Hombre de Neandertal libraban sus respectivas batallas. Sin duda fueron unas décadas prodigiosas, no tanto para el avance científico, cuanto para el cambio de mentalidad hacia la Prehistoria; pero también tristes, porque se demostró que la ciencia no era inocua y que podía ser manipulada con fines espurios.
Poco después, el inglés Pitt Rivers desarrolló la idea de que todo el material arqueológico podía ordenarse según las secuencias tipológicas. Afortunadamente Pitt Rivers se esmeró en su tarea, incluyendo en sus tipologías, no sólo objetos raros o valiosos, sino también ejemplares ordinarios y cotidianos. Otros logros de este insigne investigador de túmulos y poblados británicos es que sus excavaciones eran ejemplares: llevaba un diario, realizaba planos y perfiles, dibujos detallados y reconstrucciones. Puede decirse que Pitt Rivers transformó el oficio de anticuario en el de arqueólogo e influiría decisivamente en el desarrollo de un método científico de excavación.

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