la arqueología

martes, 20 de noviembre de 2018

Zonas arqueológicas en Argentina

El territorio argentino presenta en toda su extensión una gran cantidad de entornos paleontológicos y arqueológicos ricos en fósiles, huellas, ruinas y arte rupestre.
Nuestro suelo es testigo de formaciones geológicas que contienen fósiles de un amplio rango de antepasados de mamíferos, dinosaurios y plantas que revelan la evolución de los vertebrados y la naturaleza en el Período Triásico únicos en el mundo.

Los primeros pobladores también han dejado sus testimonios en las pinturas rupestres de las distintas etnias que habitaron nuestro país antes de la conquista hispánica.
Recorriendo las provincias del noroeste puede disfrutar de los vestigios que el imperio incaico dejó en esa región de la Argentina.

Un sinnúmero de antiguas construcciones en piedra y emplazamientos urbanos prehispánicos que revelan sus costumbres, creencias y culturas. El turismo arqueológico es una propuesta para acompañar sus vacaciones que le permitirá conocer más sobre nuestros orígenes.

Sin embargo, una propuesta de turismo cultural que no tenga, al menos parcialmente, a la investigación científica como sustento resulta poco menos que inviable (al menos a mediano y largo plazo) además de ser contraproducente desde las perspectivas social, económica, ecológica y cultural.

El turismo arqueológico en Argentina no sólo es posible sino que también constituye, en muchas regiones, una necesidad y la mejor opción para el desarrollo social. Pero es claramente distinto al turismo que se puede presentar en, por ejemplo, Mar del Plata o las Cataratas del Iguazú. El turismo arqueológico requiere de una puesta en valor previa.

En Argentina entre los sitios arqueológicos habilitados y preparados para recibir turistas se destacan: La Puna, la Quebrada de Humahuaca, Tilcara, los Valles Calchaquíes, las Ruinas de Santa Rosa de Tastil en Salta, Ruinas de los Quilmes en Tucumán, el Parque Provincial Los Menhires de Tafí del Valle, Pucará del Aconquija y Shincal de Londres en Catamarca, el Parque Cerro Colorado en Córdoba, el Parque Ischihualasto de Talampaya, el Parque Nacional Sierras de las Quijadas en San Luis, el Parque Nacional de Lihué Calel en La Pampa, la estepa de los Dinosaurios en Neuquén, el Cerro Bandera en Río Negro, la Cueva de las Manos en Santa Cruz y el Canal de Beagle y sur de la Isla Grande en Tierra del Fuego.

Arqueología Argentina

La arqueología argentina es aquella que se lleva adelante en diferentes espacios de la República Argentina. No existe homogeneidad en las prácticas y horizontes culturales analizados por los diferentes estudiosos, existiendo, así, varias subramas de la arqueología argentina.

Generalmente, los trabajos arqueológicos apuntan a yacimientos de culturas precolombinas, hecho relacionado con la extensa historia de las poblaciones originarias, con fechas tan tempranas como el 15.000 AC.

Se considera al etnógrafo, folclorólogo y naturalista Juan Bautista Ambrosetti (Gualeguay, Entre Ríos, 22 de agosto de 1865 - Buenos Aires, 28 de mayo de 1917), junto a su discípulo Salvador Debenedetti (Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, 2 de marzo de 1884 - altamar, 30 de septiembre de 1930) , los padres de la ciencia arqueológica en la Argentina. A ellos se debe el descubrimiento, efectuado en 1908, y posterior estudio del Pucará de Tilcara, una fortificación incaica, situada en la provincia de Jujuy.

Si bien los trabajos realizados por Florentino Ameghino (Luján, provincia de Buenos Aires, 1854 - La Plata, misma provincia, 1911) son previos a los efectuados por Ambrosetti y Debenedetti, la rigurosidad y metodología científica de estos últimos supera a las de Ameghino, por lo que, a pesar de su anterioridad cronológica, no es considerado como "padre de la arqueología argentina", sino como un antecedente de la misma.

En las postrimerías del siglo XX, se destacan los trabajos de Alberto Rex González (Pergamino, Provincia de Buenos Aires, 16 de noviembre de 1918 - La Plata, Buenos Aires, 28 de marzo de 2012), con sus trabajos sobre las culturas agroalfareras de Catamarca; los de Daniel Gastón Schávelzon (Buenos Aires, 1 de noviembre de 1950), relativos al desarrollo de la arqueología histórica y urbana; los de Antonio Serrano de la Universidad Nacional de Córdoba, fundamentalmente en la región del Litoral; los de Daniel Paz, investigador de la Universidad de Buenos Aires; y los de Humberto A. Lagiglia, (San Rafael, Mendoza, 1938-2009), sobre la prehistoria de San Rafael.

Arqueología en Japón

En Japón se lleva a cabo una de las actividades arqueológicas más intensas del mundo; cada año se excavan más de 10.000 fosas con la participación de más de 50.000 profesionales para trabajos de campo.

Las primeras evidencias de población humana (herramientas de piedra) se remontan a 35.000 años. En aquella época, Japón se encontraba unida al continente a través de «puentes» sobre los actuales estrechos de Corea y La Pérouse. Los hallazgos del norte y el sur de Japón se corresponden en técnicas y estilos con los de las áreas continentales correspondientes.

Esta publicación, no pretende ser un estudio sobre el tema en cuestión, sino un breve resumen de la ponencia impartida por la Dra. Irene Seco Serra de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).Cuerpo Facultativo de Conservadores de Museos, el día 20 de febrero de 2012, en la Facultad de Geografía e Historia, organizada por la asociación Unión Cultural Arqueológica (UCA). La Arqueología en Japón tiene sus paralelos con el continente durante el Paleolítico Inferior y Medio, pero únicamente hay evidencias de industria lítica y en ningún caso restos humanos. Sin embargo en el Paleolítico Superior sí que existen evidencias de restos humanos, aunque muy mal conservados, ya que el clima de Japón no es propicio para ello. Una excepción es el hombre de Minatogawa, encontrado en Okinawa junto con restos de entre 5 ó 9 individuos más, siendo éste el esqueleto más completo. Tiene una perforación en el cráneo provocada por un objeto duro y puntiagudo, y los dos brazos están fracturados de la misma forma. Una de las conclusiones a las que se ha llegado es que pudo haberse dado un enfrentamiento con otro grupo y que los perdedores hubieran sido objeto de canibalismo por parte de los vencedores. Las etapas en el Paleolítico Superior en el territorio de Japón se clasifican por la industria encontrada:  Hachas de mano y chopper, en los yacimientos de Nakazanya, Heidaizaka y Nishinodai  Cuchillos de lasca, en Iwajuku  Microlitos, en Yasumiba  Puntas de flecha y jabalina, en Odai Yamamoto I y Pirika. Figura 1: ARTURO ASENSIO (2011), Minatogawa man La primera etapa dentro de lo que podemos considerar Neolítico, entre el 13.000 y el 300 a.C., es conocida con el nombre de Periodo Jōmon 縄文時代, (que se puede traducir por “marcas de cuerda”, ya que las cerámicas de esta etapa se decoraban de esa manera). Este periodo se caracteriza por una sociedad de cazadores-recolectores, producía una cerámica a mano, los conocidos vasos jōmon, que se utilizaban para cocinar y eran cocidos en agujeros en el suelo hechos con ramaje. Esta sociedad sería bastante igualitaria, pero a finales del periodo se empieza a observar el comienzo de una diferenciación social, sobre todo en lo ajuares, donde se han encontrado algunas piezas de jade. Las construcciones también han sido un indicio de esta separación social, sobre todo en la etapa de transición entre este período y el siguiente, como se puede observar en el yacimiento de Sannai Maruyama. Aquí aparecen muchas casas, una de ellas en versión “gigante”, y también edificios enormes de postes de madera (casi siempre de castaño de 3 metros de diámetro). Una de las hipótesis sostiene que eran torres vigías, mientras que otros defienden que eran elementos de tipo sacro, o incluso silos para almacenar grano, pero de lo que se está seguro es que eran comunitarios. Los estudios métricos han llegado a  concluir que la unidad de medida que se utilizaba en este periodo para construir era de unos 30 cm más o menos. También ciertos lugares han sido estudiados por su carácter sacro, como son los yacimientos de Higashi Kushiro y Mawaki. En el primero se han encontrado cráneos de delfín dispuestos en forma de abanico, enfrentados, por parejas y cubiertos de ocre rojo, dando a entender que eran de gran importancia para las creencias del momento. En Mawaki aparecen grandes postes de madera, con crecientes lunares inscritos en ellos. También dentro del ámbito de lo simbólico, la presencia de rocas con una función ritual (tanto transportables como fijas) es una constante en esta época y en momentos posteriores. Estos afloramientos rocosos sacros son conocidos como Iwakura, o “deidades que ocupan la roca”'. En lo referente a la cultura material, lo más característico de este periodo son las figuras Dōgu, de arcilla, algunas planas, pero la mayoría son tridimensionales, de unos 40 o 50 cm de tamaño. En la época siguiente se reutilizarán, para introducir cenizas de huesos. Aparecen alrededor del fuego central del hogar, colgadas, posiblemente con al idea de exvoto, ya que algunas se rompían quizás con el propósito de librarse del mal de ojo o para curar alguna enfermedad. También en ocasiones se encontraban en las tumbas, como representaciones de fuerzas espirituales que protegen a los vivos y en algunos casos para acompañar a los muertos. Otras estatuas son antropomorfas masculinas, algunas de ellas con una especie de máscaras, que podrían representar animales. Las figurillas femeninas, como la ‘Vénus’ de Tanabate son mucho menos abundantes. Estas estatuas, en general se caracterizan por unos ojos muy resaltados. La más famosa es la de Kamegaoka. Figura 2: Kamegaoka, Tokyo National Museum Como se puede observar en la figura 2, la forma de los ojos es muy curiosa, esto ha llevado a muchos investigadores a pensar que son gafas como las que utilizan los pueblos del norte del continente para protegerse de los fuertes y fríos vientos, así como de la nieve. Incluso algunos han llegado a estipular hipótesis extraterrestres. Período Yayoi 弥生 時代, entre 300 a.C. y 300 d.C. Las casas varían muy poco respecto al período anterior, ya que se utilizaban los mismos materiales y la misma estructura de planta. Al final de la glaciación se habrían formado corredores que unían el archipiélago al continente (3 en concreto), por lo que parece ser que hubo nuevos aportes de población, que por medio de una navegación de cabotaje llegaron desde la zona polinési. En principio los yacimientos Yayoi más tempranos tienen zonas cultivables inundables naturales, que posteriormente acabaron siendo artificiales, con puertas de madera que permitían inundarlas o no a voluntad. El hierro y el bronce llegan, y se empiezan a trabajar al mismo tiempo, pero los aperos agrícolas eran de madera de castaño, y se han conservado muy bien (sandalias, azadas, hoces etc.). Debido a la importancia del arroz, hay muchas ceremonias relacionadas con el cultivo y recolección del mismo. Una vez recolectado, se almacenaba en silos, siendo los primeros subterráneos, iguales a la tipología coreana. Debido a la humedad del clima japonés, el arroz se pudre con facilidad, por lo que pronto aparece un nuevo tipo de silo sobre postes de madera (especie de hórreos). La importancia de lo anterior se puede ver en Izumo, uno de los principales santuarios de Japón, que como símbolo característico tiene una cuerda sagrada hecha con arroz. Los postes hacen que el suelo quede sobrevolado, pero para un santuario no es necesario, siendo esto una muestra de un silo que se ha sacralizado. Además de arroz se cultivaba mijo y legumbres y también se seguía recolectando y pescando (sabemos, por ejemplo, que el pez globo ya se pescaba en época Jōmon). El bronce y el hierro se usaban para la fabricación de espejos. Las tipologías fueron en un principio las coreanas, pero se van adaptando y van formándose poco a poco tipologías japonesas. La cerámica persiste, pero los vasos son más sobrios - algunos sin decoración – sin embargo siguen siendo enormes, encontrándose esta cerámica muy bien cocida. El primer yacimiento Yayoi es Itatsuke donde las casas varían muy poco a lo conocido en época anterior: se construyen zonas para los animales, ya que se empieza a introducir ganado doméstico con especies importadas desde China. La diferenciación social se hace cada vez más clara, sobre todo en los ajuares que presentan elementos metálicos como armas (puntas de flecha y de jabalina) y campanas. Las famosas campanas Yayoi, algunas tan grandes que llegan a tener la altura de una persona, no tienen badajo y para que suenen se tienen que golpear (muchas de ellas depositadas en las tumbas). Es un elemento de prestigio muy caro, cuya tipología es coreana, tradicional durante la etapa de los 3 reinos. El Primer “Estado” Japonés, Yamato, 大和 時代 conocido como Reino de Yamato, o reino de Wa en China. Es un periodo que se caracteriza por los enfrentamientos constantes entre clanes, se denominaban UJI y que luchaban por la supremacía. El más importante, que se dice descendiente de la diosa del Sol, lo constituyen los Yamato, se hacen con el poder y se va expandiendo hacia el norte, unificando el territorio. Los primeros siglos se denominan la KOFUN, periodo de los túmulos, o de los primeros enterradores, descendientes de los vientos de la diosa del Sol. Los jefes de los clanes se enterraban en túmulos, uno de los más importantes se encuentra en Maruyama, Daisen Kofun. Los túmulos en general suelen estar rodeados por un foso de agua. El más antiguo se encuentra en las proximidades de Nara, es Koganezuka Estos túmulos, aunque que han sido saqueados nos han proporcionado valiosa información: en sus bases se colocaban Haniwa, cilindros de arcilla que simbolizaban una conexión con el inframundo. Los 4 primeros eran solo tubos por los que el difunto podía recibir alimento u otros enseres desde el mundo de los vivos, posteriormente aparecieron con formas humanas o de animales. Aparece también un caballo con estribos, tres siglos antes de que haya mención de éstos en Occidente. Aunque no sepamos la identidad de los difuntos aquí enterrados, sí podemos afirmar que se trataba de guerreros. La cerámica de este periodo se cuece en hornos tradicionales. La doméstica se realizaba a torno y se cocía en hornos de túnel (Anagama) que alcanzaban los 1000 ºC de temperatura. Esta cerámica, denominada Cerámica Sue es más oscura y simple, y presenta algunas decoraciones. Tenían una funcionalidad diversa. Conocemos seis tipos de alfares, que hasta el s. XII no cambian. La escritura se introduce desde China en torno al s. VII, usando ideogramas chinos. Estos se adaptaron y formaron dos silabarios distintos: katakana e hiragana. 

Las mejores zonas arqueológicas en México

México es un país de cultura y tradiciones, muchas de las cuales hemos heredado de los habitantes prehispánicos de este vasto territorio, si bien es cierto que hubo más asentamientos en la parte centro y sur del país, también es posible encontrar algunos vestigios arqueológicos en el norte. Seleccionar solo 25 zonas arqueológicas para este especial, fue muy difícil, pues siendo asidua visitante de las zonas arqueológicas cada vez que emprendo un viaje, me encantaría poderlas retratar todas, pero eso resultaría en un post demasiado largo.

La arqueología es esa ciencia que conjunta dos virtudes principalmente: la paciencia y la esperanza, la paciencia para no destruir por la emoción las huellas de un pasado remoto, y la esperanza de que siempre habrá un hallazgo más importante que el presente, o el anterior, de eso se alimentan los arqueólogos, y creo que nosotros los mortales, deberíamos imitarlos.

Chichén Itzá, Yucatán


Ha sido denominada una de las siete maravillas del mundo moderno de acuerdo con el sitio New7wonders. Entre sus estructuras principales destaca El Castillo, El Caracol (u observatorio), el Juego de Pelota, el Templo de las mil columnas.

Uno de los hallazgos más importantes en Chichén Itzá fue el cenote sagrado, del cual se extrajeron diversas ofrendas y osamentas de las doncellas que eran sacrificadas a los dioses, y en ocasiones también los prisioneros de guerra eran sacrificados y arrojados a ese pozo aparentemente sin fondo.

Sin duda uno de los sitios arqueológicos más importantes de la cultura maya en Yucatán, El Castillo fue uno de los grandes templos que fueran construidos casi al final del esplendor de esa cultura. El costo de admisión es de 64 pesos, con descuentos para estudiantes, maestros y adultos mayores, además, los menores de 13 años no pagan su entrada.

Palenque, Chiapas


Palenque es Patrimonio Cultural de la Humanidad, se encuentra en el estado de Chiapas, sus magníficas esculturas y edificaciones nos narran la historia del hombre que intenta entender y explicarse el universo.

Su edificación más importante es el Gran Palacio, el Templo de las Inscripciones, el Templo de la Cruz Foliada y el Gran Juego de Pelota. Uno de los hallazgos más importantes de Palenque fue sin duda la tumba de Pakal II, cuya estela adorna esta entrada, muchos han identificado esta estela como si de un astronauta en una nave espacial se tratara, y aunque teorías hay muchas, lo más probable es que se retrate el árbol de la vida, apuntando las raíces hacia el inframundo que era misterioso y atrayente para los mayas.

Sin duda, El palacio es su construcción más importante, pues a lo largo de 400 años fue construida en varios estilos, con varios elementos arquitectónicos como una torre, cuatro patios, basamentos y escalinatas, entre otros. El acceso a Palenque es de 51 pesos, con descuentos para estudiantes, maestros y adultos mayores, además de visitar la zona arqueológica, por ese importe es posible también visitar el museo de sitio.

Uxmal, Yucatán


Una de las máximas exponentes de la ruta Puuc es la zona arqueológica de Uxmal, sus edificios principales son la Pirámide del Adivino, el Cuadrángulo de las Monjas y la Casa de las Palomas. Entre sus ruinas se encontraron estupendos mascarones de Chaac (dios de la lluvia) y también estelas con jeroglíficos.

De las cosas que más disfruté en Uxmal fue su espectáculo de luz y sonido, ya que adentrarse a una zona arqueológica durante la noche, te da una perspectiva diferente de como es durante el día, además, esos espectáculos diseñados por el INAH te permiten adentrarte a conocer la historia y la vida cotidiana de los antiguos habitantes del lugar.

Se encuentra muy cerca de la ciudad de Mérida, la admisión es de 64 pesos por parte del INAH más una cuota de 142 pesos por parte del gobierno del Estado de Yucatán, lo cual la hace una de las zonas arqueológicas más caras para ser visitada, sin embargo, la inversión vale la pena, por el estado de conservación de las estructuras.

Tajín, Veracruz


Una de las edificaciones prehispánicas más bonitas, es sin duda la pirámide de los Nichos de Tajín, ubicada en el estado de Veracruz es un gran exponente de la cultura Totonaca. Nichos, relieves y pintura mural, son los mudos testigos de esa ciudad que se conocía como la ciudad de los templos humeantes ya que constantemente se quemaba copal en sus edificios.

Cuenta con 17 juegos de pelota, lo cual han interpretado los arqueólogos como un signo de multiculturalidad, pues estuvo habitada durante casi 900 años, lo cual habla de periodos de evolución dentro de la misma etnia.

La cuota de acceso es de 64 pesos, y tiene cinco puntos de acceso: desde Veracruz, desde Tampico, desde la Ciudad de México, desde Puebla y desde Xalapa.

Teotihuacán, Estado de México
Uno de los sitios arqueológicos con los cuales se identifica a nuestro país es sin duda Teotihuacán, es una de las ciudades más importantes del centro del país, su nombre en náhuatl significa ciudad de los dioses.

En su época de máximo esplendor llegó a tener 100 mil habitantes. Su ubicación privilegiada en un valle rico en recursos naturales la volvió una ciudad además de importante por su arquitectura, un centro económico, político, religioso y cultural de la época. Lo más impresionante es que aún hoy no terminamos de desentrañar todos sus secretos, aunque sabemos que desde tiempos de los aztecas era considerado un sitio sagrado.

Su extensión disponible para el público es de 264 hectáreas, en ellas encontraremos la Pirámide del Sol, la Pirámide de la Luna, la Ciudadela, la Calzada de los Muertos, el Templo de la Serpiente Emplumada, así que sin duda lo mejor es ir a visitarla y llenarte de la energía y la historia que aún habita entre sus muros. El costo de admisión es de 64 pesos y hay que pagar también una cuota por el estacionamiento que varía dependiendo del tipo de vehículo en el que llegues.


Paquimé, Chihuahua


Uno de los pocos sitios arqueológicos encontrados en el norte del país es Paquimé, se ubica en el estado de Chihuahua, una cultura que se adaptó a luchar y sobrevivir en la gran extensión del desierto chihuahuense y que dejó constancia de ello con las impresionantes estructuras que encontramos en este lugar a poco más de 300 kilómetros de la ciudad de Chihuahua.

En Paquimé se dio la unión del suroeste de los Estados Unidos con el norte de México, esas construcciones laberínticas de adobe quedaron como un recuerdo de la riqueza comercial y arquitectónica que se desarrolló en la época pues tenían un buen sistema de distribución de agua y además sitios especiales para especies de animales tales como guacamayas y tortugas, y otros más para artesanías elaboradas con concha y cobre.

Lo más llamativo de Paquimé es acaso el impresionante juego de luces y sombras que se hacen cuando el sol incide desde diferentes alturas en esos laberintos que albergaban cientos de cuartos, algunos con una función muy específica y otros simplemente habitacionales. El acceso es de 62 pesos, incluye la entrada al museo de sitio.


Yaxchilán, Chiapas


La riqueza arqueológica de Yaxchilán no solo está en sus edificaciones, sino en los textos encontrados en sus estelas, altares y dinteles, que narran la historia de esa ciudad estado, con todo y sus conflictos bélicos, sus alianzas y las hazañas de sus gobernantes.

Una de las peculiaridades de Yaxchilán es que ha de llegarse en una lancha con motor fuera de borda surcando el río Usumacinta, no debes perderte la Acrópolis, el Laberinto ni el Juego de Pelota, mudos testigos del esplendor de esta ciudad.

Desde la parte superior de la Estructura 33, uno de los edificios más altos de la arqueología chiapaneca, es posible observar al serpenteante río Usumacinta y también una parte del Petén Guatemalteco, otra área donde floreció la cultura maya. El acceso a Yaxchilán es de 62 pesos, y un accesorio que podría hacer aún más disfrutable tu visita, son unos buenos binoculares para observar la Selva Lacandona desde su acrópolis.

Montealbán, Oaxaca


A tan solo 10 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, se encuentra Monte Albán, vestigio de la cultura zapoteca y mixteca, ya que como muchas de las ciudades prehispánicas, fue habitada por diferentes culturas a lo largo del tiempo. De acuerdo con su arquitectura, se ha determinado que estuvo en contacto con la poderosa Teotihuacán.

Sus estructuras principales son el Juego de Pelota, el Edificio de los Danzantes y la Plataforma Sur. En la explanada denominada Gran Plaza se ubicaban los comerciantes para montar el mercado. Esta ciudad fue fundada hacia el 500 a. C. en la cima de un cerro en los valles centrales de Oaxaca, llegó a tener hasta 35 mil habitantes que vivían de la arquitectura, la alfarería y la pintura mural.

El acceso es de 64 pesos, y dentro del lugar es posible encontrar también el museo de sitio, una cafetería, y una tienda de artesanías y publicaciones.

Cholula, Puebla


Una de las imágenes más conocidas de Cholula es la de la iglesia sobre un montículo y con el Popocatépetl como telón de fondo, y es que según cuenta la historia, los españoles intentaban reemplazar a los dioses indígenas con su Dios, y para ello destruyeron los antiguos templos y edificaron sobre ellos sus iglesias. Más o menos así es la historia de esta ciudad de Puebla, de la que se dice que tiene más de 300 iglesias.

Pero hablando de la zona arqueológica hay que mencionar Tlachihualteptl (que significa cerro hecho a mano), la pirámide sobre la cual está edificada la iglesia de la Virgen de los Remedios y cuya base tiene 450 metros de largo en cada lado. Los toltecas expulsados de Tula fueron quienes edificaron esta zona arqueológica.

La ubicación estratégica de Cholula la convirtió en un sitio privilegiado para el comercio entre las diversas etnias prehispánicas, cuenta con asombrosos murales en buen estado de conservación que por sí mismos hacen que valga la pena la visita. El acceso es de 52 pesos.


Tulum, Quintana Roo


Una ciudad amurallada que domina el mar Caribe desde lo alto, así es Tulum, un sitio sagrado para los mayas, que a pesar de estar tan cerca del mar, tiene murales y estructuras en muy buen estado de conservación. En maya recibía el nombre de Zamá, que quiere decir amanecer.

El Castillo, en la parte más alta del acantilado, tiene en sus fachadas esculturas del dios descendente, que se ha asociado en ocasiones con Chaac, el dios de la lluvia, se encuentra también el templo de los frescos en cuyas esquinas pueden verse también mascarones de Chaac.

La visita al sitio tomará acaso una hora y media, pero si tienes chance, te recomiendo bajar hasta la playa y darte un rápido chapuzón, o cuando menos un remojón de pies en las cálidas aguas del Caribe. La zona arqueológica no cuenta con estacionamiento propio, pero hay uno perteneciente a un centro comercial, desde el cual sale un trenecito a recorrer la distancia de un kilómetro que separa de la entrada al sitio. El costo de admisión es de 64 pesos.

Cobá, Quintana Roo


Nohoch mul es la pirámide más alta de Cobá, anteriormente, cuando era posible subir a ella, desde la parte más alta se apreciaban tres lagunas de agua dulce que utilizaban los mayas para abastecerse. Una de sus estructuras más impresionantes y en mejor estado de conservación es el Juego de Pelota.

Una de las cosas que me gusta de estos sitios arqueológicos es que se han respetado los árboles centenarios que crecieron sobre las estructuras, dotándolas de un aire sobrecogedor. La zona arqueológica de Cobá es bastante extensa, por lo cual después de visitar los edificios principales, te recomiendo alquilar una bicicleta o un triciclo con chofer para llegar a las estructuras más alejadas de la entrada.

Sus estelas nos cuentan la historia de este sitio, que si bien no estaba habitado por la clase dominante, sí que contaba con un sacbé de más de 100 kilómetros que llegaba hasta una ciudad cercana a Chichén Itzá. La admisión es de 64 pesos, y además hay que pagar una cuota de estacionamiento que beneficia al ejido Cobá.

Comalcalco, Tabasco


De carácter eminentemente comercial, Comalcalco (ciudad de los comales), es la ciudad más occidental del mundo maya, en ella se han encontrado objetos que pertenecían a etnias de otras latitudes tanto hacia el norte de nuestro país como hacia el sur hasta centro américa.

Los chontales que habitaron esta área (y cuyos descendientes aún habitan ahí), eran comerciantes natos, incluso, llegaron hasta Cacaxtla en Tlaxcala. En este lugar el cultivo del cacao era y es hasta nuestros días una de las actividades económicas más fructíferas.

La Plaza Norte, la Acrópolis y la Tumba de los Nueve Señores son las estructuras mejor conservadas, y uno de los atractivos de este lugar es el contraste entre las cuidadas zonas verdes y los tonos grises y amarillentos de los muros. El acceso es de 52 pesos, como dato curioso, aquí no se ofrecen visitas guiadas, a pesar de la importancia que tuvo este sitio en la antigüedad.


Calakmul, Campeche


Si eres amante de la naturaleza, y te encanta observar la flora y la fauna, Calakmul es una ciudad que no puede faltar en tu itinerario a Campeche. En medio de la reserva de la biósfera se encuentra la zona arqueológica que significa dos montículos adyacentes.

Mucha de la historia de este sitio quedó plasmada en sus estelas y en las preciosas pinturas murales que aún no están abiertas al público pues están siendo preparadas para ser exhibidas. Dentro del sitio puedes recorrer extensas plazas ceremoniales y lugares destinados para las viviendas de los habitantes.

Su majestuoso palacio es una construcción alta que domina la selva y si llegas muy temprano, desde su cumbre podrás admirar cómo poco a poco se va levantando el manto de niebla que por la noche cubre el lugar. El costo de admisión es de 52 pesos, y si vas en tu propio vehículo, es recomendable que cargues suficiente gasolina antes de llegar y cuentes con suficiente para partir, pues las gasolineras más cercanas se encuentran a 100 kilómetros de distancia.

Bonampak, Chiapas


Las pinturas murales que alberga Bonampak son de las más representativas del mundo maya, muchos han sido los estudios que se han conducido para intentar determinar quienes son los personajes retratados y qué pasajes de la historia nos cuenta cada una de esas paredes pintadas.

En la Acrópolis, se encuentra el Edificio I, en cuyos tres cuartos se conservan 112 metros cuadrados de estos murales que según han desentrañado los arqueólogos hablan de una larga batalla.

Llegar a Bonampak no es tarea sencilla, pues después de varias bifurcaciones del camino, te encontrarás con una carretera de terracería que después de 8 kilómetros desemboca en un lugar desde donde serán transportados por vehículos de la comunidad lacandona. El acceso es de 52 pesos.

Ek Balam, Yucatán


Su nombre significa Estrella Jaguar (según otros traductores, significa Jaguar Negro) , y su Acrópolis contiene una de las muestras más impresionantes del trabajo en estuco que realizaban los mayas. Ese palacio fue construido como tumba para uno de sus reyes.

En su interior contiene una rampa que utilizaban los sacerdotes y gobernantes para que el pueblo no los viera ascender, sino que los veía ya en la cima del palacio que en una de las puertas principales está adornada con lo que parecen las fauces de un jaguar, y también es posible ver, seres humanos con alas, como si fueran ángeles.

Desde la entrada del sitio podemos sorprendernos con un magnífico arco maya, muestra de lo avanzado de su arquitectura, además en su época de mayor esplendor, la ciudad estuvo protegida por una doble muralla que tenía un acceso en cada punto cardinal. La entrada a esta zona arqueológica tiene un costo de 62 pesos, pero el gobierno del estado cobra una cuota adicional.

Chacchoben, Quintana Roo


El lugar del maíz colorado, así se traduce el nombre de Chacchoben, fue uno de los asentamientos más importantes de la zona de los lagos, y empezó a poblarse antes del nacimiento de Cristo, ya que los cuerpos de agua atraían a los habitantes para establecerse a su alrededor, recordemos que en Quintana Roo solo existen ríos subterráneos.

Las diferentes edificaciones nos recuerdan el estilo de otros sitios de la cultura maya, pero por su tamaño destaca uno de los grandes templos que vemos al inicio de estos párrafos, se han encontrado en el sitio también dos estelas y aún quedan sitios por explorar.

Una de las cosas que más disfruté en mi visita a Chacchoben fue, cuando ya había terminado el recorrido, encontrarme con una familia de monos araña comiendo en un árbol de mamey, supe que era de esa fruta pues intentaron tirarme una en la cabeza, lo bueno que no le atinaron. El acceso es de 52 pesos, y hay que pagar una cuota adicional por el estacionamiento.

Cacaxtla, Tlaxcala


Cacaxtla contiene unos murales que bien podrían confundirse con los de Bonampak por su estética, fue una ciudad que después de la caída de Cholula tuvo la hegemonía de la zona Puebla-Tlaxcala. Fue un centro ceremonial, una ciudad fortificada, tenía murallas y fosos defensivos y zonas habitacionales para la élite.

Sus murales conjugan rasgos mayas y del Altiplano, en uno de los más imponentes se puede observa la escena de una batalla entre guerreros jaguares olmecas y hombres pájaro huastecos que claramente van perdiendo la contienda, y algunos se muestran desnudos o en distintos estados de desmembramiento.

El Gran Basamento es su estructura más importante, de hecho en ella se construyeron diferentes edificios ceremoniales y es donde los sacerdotes tenían sus viviendas. El acceso es de 62 pesos y también incluye la visita al museo de sitio.


Cantona, Puebla


Cantona si bien tiene poco tiempo de haber sido abierta al público, fue rival de Teotihuacán, de hecho desviaba las mercancías de debían llegar a aquella ciudad, lo que contribuyó a su declive. Sin embargo, su poderío se vio obstaculizado por un cambio climático que desecó las tierras y los obligó a emigrar.

La obsidiana era uno de los principales productos que comerciaban y labraban en sus diversos talleres, y de hecho, al tener tan cerca el volcán Citlaltépetl de donde lo extraían, les era posible dominar el comercio de este bien tan valioso para las etnias del centro del país. Además por su posición privilegiada controlaba el comercio entre el centro y la vertiente del Golfo.

Cantona es considerada la ciudad más urbanizada del México prehispánico, lo demuestran las más de 500 calles y 3 mil patios habitacionales que se han descubierto, así como sus calzadas de más de un kilómetro de longitud. Hasta ahora se han descubierto 24 juegos de pelota, lo cual demuestra la gran importancia de este sitio. El acceso es de 52 pesos.

Xochicalco, Morelos


Asentada sobre un grupo de cerros bajos, Xochicalco fue una de las ciudades más importantes de Mesoamérica tras la caída de Tenochtitlán, cuenta con edificios cívicos, habitacionales y religiosos, y además también con fosos y murallas, lo que nos habla de una época bélica en la que cada ciudad quería controlar su propio territorio.

Entre las construcciones que puedes visitar está la Gran Pirámide, en la plaza central, el Juego de Pelota Sur y la Pirámide de las Serpientes Emplumadas, lo cual sugiere que algunos grupos mayas del sur habrían emigrado a Xochicalco ante la caída de sus ciudades.

En esta zona arqueológica encontramos un observatorio bastante peculiar pues se localiza dentro de una cueva a la cual se accede mediante una escalinata labrada en piedra. El acceso al sitio es de 64 pesos.

Tamtoc, San Luis Potosí


Tamtoc fue un centro político y religioso que llegó a albergar hasta 16mil habitantes, fue hogar de la cultura huasteca, lo cual sabemos por sus edificios con base circular o bien con las esquinas redondeadas. Los habitantes de Tamtoc se dedicaban principalmente a la astronomía y a la ingeniería hidráulica.

Las otras actividades económicas de Tamtoc eran la agricultura principalmente de frijol y maíz, la pesca y la cacería de animales. Sus habitantes eran sedentarios y sabían trabajar la obsidiana, el pedernal, el oro, el basalto y el cobre.

Una característica importante de esa cultura es que le daba un valor muy especial a la mujer, pues era considerada símbolo vivo de la fertilidad y además dueña del tiempo debido a sus ciclos menstruales. El acceso es de 62 pesos.

La Campana, Colima


En Colima por su clima, y las pocas lluvias que suelen caer al año, es difícil encontrar asentamientos prehispánicos, sin embargo está el Potrero de la Campana, nombrado así porque antes de la excavación, el cerro parecía una campana por su forma trapezoidal. En él encontramos las famosas tumbas de tiro, lugares donde se depositaban los cuerpos y ricas ofrendas y a los que se accedía por un tiro vertical.

Se localiza entre los ríos Colima y Pereira, lo que a pesar de tener pocas lluvias durante el año, les aseguraba el abasto de agua. Sus plataformas son circulares o cuadrangulares y es posible apreciar un Juego de Pelota e innumerables petroglifos.

Una de las cosas que más llama la atención de la Campana es su red de drenaje y distribución de agua, lo que nos habla de una avanzada ingeniería hidráulica. El acceso a este sitio es de 47 pesos y se localiza al pie del periférico en la ciudad de Colima.

La Ferrería, Durango


Uno de los asentamientos más importantes del Valle del Guadiana fue en La Ferrería Durango, en él se tienen identificadas más de veinte estructuras con funciones religiosas, habitacionales, pirámides, patios, en fin, casi todos los tipos de estructuras prehispánicas se encuentran aquí.

Hay evidencia de observación astronómica, también de un buen conocimiento hidráulico, pues utilizaban canales para evacuar el agua de lluvia. La casa de los Dirigentes, conserva sus desagües originales y está orientada hacia el cerro del Temascal, muy importante para la élite gobernante.

Hay también en el área varias rocas grabadas que nos cuentan historias de la vida cotidiana, escenas de cacería, de rituales de fertilidad asociados con la figura femenina, una representación del nacimiento del sol, entre otras. El acceso a esta zona es de 47 pesos.

Mitla, Oaxaca


Mictlán era el nombre que se le daba en Náhuatl al lugar de los muertos, hispanizado quedó en Mitla, esta ciudad de origen zapoteco y mixteco nos sorprende por la abundante decoración en sus fachadas, hecha de mosaicos de roca caliza que forman grecas, y que podría recordarnos a los motivos decorativos de otras zonas arqueológicas.

Después de la caída de Monte Albán fue el sitio más importante en Oaxaca, contiene cinco conjuntos de arquitectura monumental. También en Mitla los evangelizadores construyeron una iglesia sobre uno de sus palacios principales, así es como vemos sobre esa estructura la iglesia de San Pablo.

Las columnas monolíticas son muy importantes, pues se utilizaban tanto como elementos estructurales y también decorativos. Las piedras de la construcción del templo de San Pablo, fueron obtenidas de la destrucción de otras estructuras y templos prehispánicos. El acceso a Mitla es de 47 pesos.

Tzintzuntzan, Michoacán


Los tarascos fueron un cultura paralela en relevancia a la mexica, la gran diferencia es que los de Michoacán no eran tan bélicos, sin embargo, cuando eran atacados por los tenochcas no tenían reparo en combatirlos y pararlos en seco, infligiéndoles severas derrotas a los más poderosos gobernantes mexicas: Atzayácatl, Ahuizótl y Moctezuma Xocoyotzin.

El dominio de los tarascos se extendía desde el río Lerma hasta el Balsas, ocupando más de 75mil kilómetros cuadrados. La ciudad de Tzintzuntzan tiene una sobriedad y austeridad que contrasta con la ornamentación de los templos que los españoles hicieran construir a los tarascos.

El nombre tiene que ver con el colibrí, un ave de mucha importancia tanto para los mexicas para quienes representaba al dios Huitzilopochtli, como para los tarascos para quienes representaba al dios Tzintzuuquixu. El acceso es de 52 pesos.

Tula, Hidalgo


Un lugar dedicado al comercio, que tuvo influencia por toda Mesoamérica es Tula, ellos controlaban el comercio de la turquesa, y su ocupación comenzó a suceder al mismo tiempo que Teotihuacán empezaba su declive. Los gigantes o atlantes de Tula son esculturas muy altas representando guerreros.

Mientras Quetzalcóatl reinaba esos lugares, los palacios recubiertos de plumas y jade eran comunes, y debido a la fertilidad de sus tierras hasta ahí llegaban comerciantes que traían de otras latitudes el cacao, metales preciosos, pieles de jaguar, jade y cerámica de Chiapas y Guatemala.

El Palacio Quemado y los dos Juegos de Pelota con sus aros decorados con serpientes ondulantes, son estructuras que no te debes perder, y es destacable que los atlantes sostenían un palacio, dando a entender que el ejercicio bélico era el sustento del universo.

Arqueología en México

 La historia de la arqueología mexicana ha sido la de una constante búsqueda de equilibrio entre la necesidad de fortalecer una conciencia histórica, la de conservar y dar a conocer el patrimonio cultural que sustenta esa conciencia, y la de realizar trabajos científicos que permitan un mejor entendimiento de las sociedades antiguas.

Los primeros trabajos


Antes de que la arqueología alcanzara una formalización plena y la categoría de “disciplina científica”, se hicieron en el país, importantes estudios sobre nuestro pasado prehispánico. Uno de ellos es el de José Antonio Alzate, en Xochicalco. Publicado bajo el título de Descripción de las antigüedades de Xochicalco en 1791, el texto es notable por el detalle y agudeza de las observaciones del autor; advierte, por ejemplo, sobre la existencia de terrazas y fosos en el sitio, lo cual lo llevó a ver Xochicalco como una fortificación, idea que sigue vigente y se ha reforzado con los hallazgos de las recientes excavaciones en el sitio. Todo ello, sumado a su preocupación por entender la sociedad responsable de las construcciones que observaba en ruinas, acerca a José Antonio Alzate a la imagen que tenernos del arqueólogo moderno.

Hay que señalar, sin embargo, que la Descripción de las antigüedades de Xochicalco es también, en gran medida, un texto reivindicatorio. Escrito en un momento en que la lucha independentista en México requería una ideología propia, el texto de Alzate realza la monumentalidad y belleza de Xochicalco y llama la atención sobre el conocimiento y organización social que sus obras implicaban a fin de rebatir a quienes

veían los pueblos americanos como atrasados y débiles, pueblos que requerían el encauzamiento y protección de los países, más desarrollados, pueblos, en fin, sin historia.

¿Quiénes eran los hombres de esa antigua patria? Cecilio Robelo, quien a principios de este siglo fuera director del Museo Nacional de Etnografía, Historia y Arqueología de la ciudad de México, contestaba la pregunta en un artículo publicado en 1888 en la revista morelense La Semana: “... y en la falda de uno [de los cerros alrededor de Xochicalco] está situado el humilde pueblo de Tetlama, cuyos moradores son acaso los últimos y degenerados vástagos de la poderosa raza que hace siglos dominaba soberana en aquella comarca” (Robelo, en Peñafiel, 1890). Eran gente de una “raza perdida”. No era la primera vez que se recurría a esta idea para apropiarse de un pasado glorioso sin dar crédito a los indígenas vivientes. Igual sucedió, por ejemplo, con los restos monumentales del sureste norteamericano a propósito del movimiento de independencia de la colonia inglesa en Norteamérica a finales del mismo siglo XVIII.

Trabajos similares al de Alzate se dieron en otras partes de México: Antonio de León y Gama publicó en 1792 un espléndido análisis iconográfico de dos de los monolitos más importantes de la escultura mexica. Uno de ellos, la Piedra del Sol, fue colocado para su exhibición (y satisfacción de quienes sostenían la existencia de un gran pasado, comparable al de las naciones europeas) en la base de la torre poniente de la catedral de México; el otro, la Coatlicue, horrorosa para quienes tomaban como patrón de referencia el arte figurativo europeo, fue vuelta a enterrar, quizás, como lo ha hecho notar Eduardo Matos ( 1992), no tanto para evitar la vergüenza que producía su “fealdad” cuanto para impedir la proliferación de un culto a las divinidades del pasado.

Pocos años antes, en lo que hoy día es territorio mexicano, se llevó a cabo el primer estudio dirigido explícitamente a establecer el origen, forma de vida y desaparición de los habitantes de una ciudad prehispánica. Los trabajos se hicieron en Palenque, sitio arqueológico que, en aquella época, en 1785, estaba bajo jurisdicción de la Audiencia de Guatemala. Las exploraciones fueron encargadas por el presidente de esa audiencia a Antonio Bernasconi, un prestigiado arquitecto que trabajaba en el proyecto de fundación de la nueva capital de Guatemala. Aunque los resultados logrados en las investigaciones se quedaron muy cortos en cuanto a responder las preguntas que las originaron, el hecho de haber sido motivadas -muy en el espíritu ilustrado de la época- por el deseo de conocer el pasado, por el valor que ese conocimiento pudiera encerrar, iguala esos trabajos, en lo que se refiere a los objetivos, con los de los arqueólogos modernos más avanzados.

La preocupación por fijar el pasado prehispánico como parte de una herencia universal, es decir, de inscribirlo en el proceso civilizador del que sus mejores exponentes eran, supuestamente, los países económicamente más avanzados, fue la responsable del desarrollo de algunos de los proyectos arqueológicos de mayor envergadura durante el porfiriato. Fueron muchas las exploraciones que se hicieron en esa época: entre ellas destacan, por supuesto, las de Leopoldo Batres en Mitla, Monte Albán, Xochicalco y, sobre lodo, las de Teotihuacan, en especial las realizadas en la Pirámide del Sol. Estas últimas, impulsadas en una gran medida por el deseo de conocer los materiales y técnicas empleados en su construcción a fin de compararlos con los de monumentos de otras partes del mundo, fueron llevadas a cabo como parte de los festejos del centenario del movimiento de independencia de México. Los resultados fueron presentados con ocasión del Congreso de Americanistas que se realizó en México en 1910.

Debe señalarse, sin embargo, el que, a todo lo largo del porfiriato, la idea de un gran pasado prehispánico estuvo siempre acompañada de un rechazo a las culturas de los pueblos indígenas contemporáneos; no sólo la burocracia sino los propios antropólogos del momento consideraban esas culturas -en especial sus lenguas- como un verdadero impedimento para la modernización del país.

El cambio de actitud sólo comenzó a darse a la llegada de la Revolución Mexicana, transformación social que propició la llegada de la segunda etapa de la arqueología en México.