El interés por el conocimiento e interpretación del pasado, fundamentalmente las grandes civilizaciones clásicas, Grecia y Roma, se produce, a partir del siglo XVI, como consecuencia de los ideales del Renacimiento europeo. Entre los siglos XVI y XVII se asiste en España a un interés creciente por el estudio de los restos del pasado, que se traduce en un desarrollo del coleccionismo y estudio de determinados vestigios de la Antigüedad.
Sin embargo, el punto de arranque de la arqueología en España hay que situarlo, al igual que sucede en el resto de Europa, en el siglo XVIII. En esta época se producirá la convergencia entre la tradición de Coleccionismo y Anticuarismo, como un método de conocimiento del pasado, y el impacto y renovación que para ésta va a suponer todo el proceso de renovación intelectual e ideológica protagonizado por la Ilustración. La arqueología en España va a estar definida por la existencia de dos focos que la potenciarán, la monarquía y las diferentes Academias y Sociedades que se van creando como consecuencia de los ideales ilustrados.
Para la monarquía la documentación de carácter arqueológico -fundamentalmente inscripciones, monedas, monumentos- constituyó una fuente importante a la hora de ampliar su prestigio, defender sus privilegios, en este caso frente a la Iglesia, y en definitiva de legitimarse, dado el carácter de nueva dinastía que definía a los Borbones, integrándose plenamente en la historia del país.
La creación en 1737 de la Real Academia de la Historia, que a partir de entonces controlará el estudio de las antigüedades, así como de otras Academias y de las Sociedades de Amigos del País, todos ellos proyectos de la época ilustrada con referentes en otros países europeos, supondrá un gran avance para el conocimiento del pasado considerado de capital importancia a la hora de construir la historia nacional. Se fomentan en este período las excavaciones en conjuntos notables -Mérida, Itálica, Segóbriga, Numancia, Sagunto...-, como una forma de recuperar monumentos y materiales, estatuas, inscripciones, monedas. Junto al interés por las antigüedades romanas, se desarrolla un interés creciente por las antigüedades árabes iniciándose el estudio de los monumentos de Córdoba y Granada.
El siglo XIX y sus ideales, marcados por la Revolución Francesa, el ascenso de la burguesía, y la consolidación de la Nación-Estado y del nacionalismo, producirán un cambio en la arqueología. El estudio de la antigüedad se enfocará a legitimar la existencia de las naciones, ampliando la base social de su análisis que pasa a interesarse por la investigación de un sujeto colectivo representante de la nación. Esta influencia de las ideales de la burguesía va a ser determinante en la estructura de la arqueología española del siglo XIX, ya que producirá su progresiva profesionalización. Ésta se llevará a cabo a través de la reforma de la Real Academia de la Historia, así como por la creación de la Escuela Superior de Diplomática en 1856, destinada a formar al Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, y de una serie de museos entre los que destaca el Museo Arqueológico Nacional creado en 1868. Esta profesionalización tendrá como consecuencia la aparición del citado cuerpo de funcionarios cuya competencia será la recuperación y salvaguarda del patrimonio de la nación. Como consecuencia de la necesidad de aplicar el marco legal de protección de las antigüedades, cuya primera norma legal data de principios de siglo, se crean en 1844 las Comisiones de Monumentos Históricos y Artísticos. En el período liberal se asistirá al nacimiento de numerosas asociaciones como la Sociedad Arqueológica en 1840, la Academia Española de Arqueología y Geografía en 1844, junto con otras entidades de carácter más interdisciplinar, que también jugarán un importante papel en la difusión del conocimiento del pasado, como es el caso del Ateneo de Madrid.
El concepto y definición de la arqueología en el siglo XIX, influido por la tradición anticuaria y artística procedente de la Ilustración, venía a designar "la ciencia que se ocupaba del conocimiento detallado de los monumentos y objetos antiguos". Por monumentos y objetos antiguos se entendía todos aquellos pertenecientes, fundamentalmente, a la cultura clásica, y a los pueblos relacionados directamente con ella, así como a la cultura medieval. A diferencia de lo que estaba sucediendo ya en esa época en la Europa septentrional, en España, al igual que en el resto de la Europa meridional, la Prehistoria queda excluida del campo de estudio del pasado histórico al considerarse los testimonios ofrecidos por ésta de escasa entidad artística. Por tanto, en este período el estudio de la prehistoria será competencia de investigadores procedentes del campo de las ciencias naturales, geología, biología, etnografía, no entrando a formar parte de la competencia de los historiadores hasta el siglo XX.
El siglo XX se inicia para la arqueología en España con un proceso de institucionalización universitaria. Se suprime la Escuela Superior de Diplomática en 1900 y se trasvasa a todo el profesorado y alumnado a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid, donde se crea la cátedra de arqueología. Estos años, hasta la proclamación de la II República, van a ser de gran actividad para la consolidación de las actividades arqueológicas. Se crearán nuevas cátedras universitarias, la arqueología se alejará del campo de la historia del arte y la influencia de la metodología de investigación prehistórica contribuirá de forma importante en la renovación de la disciplina.
En este período se produce la regulación del marco legal con la Ley de Excavaciones y Antigüedades de 1911 y la creación, en 1912, de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades como organismo competente en materia de investigación y conservación del patrimonio arqueológico. Asimismo, y como consecuencia de los procesos de identificación nacional que se producen en diferentes territorios, se crearán instituciones destinadas a fomentar el estudio del pasado partiendo de la consideración de dichos territorios como naciones. En Cataluña, como consecuencia de la autonomía plasmada en la Mancomunidad, se crea en 1915 el Servei de Investigacions Arqueològiques del Institut de Estudis Catalans, que ampliará sus competencias con el establecimiento de la Generalitat durante la II República. La Escuela Catalana de Arqueología, fundada igualmente en esa época, tendrá una gran influencia en el desarrollo de la disciplina tanto en Cataluña como en el resto de España. Dentro de este proceso se crea la Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos) relacionada con la investigación arqueológica que se desarrollará en el País Vasco.
Será fundamental para el desarrollo de la arqueología la estancia en el extranjero de investigadores becados por la Junta de Ampliación de Estudios. Este organismo, trascendental en el avance científico español de ese período, creará en 1912 la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, donde se reunirán eruditos procedentes del campo de la arqueología y la prehistoria, con miembros de la Institución Libre de Enseñanza, y reconocidos investigadores extranjeros. La labor de estas dos instituciones sentará las bases del desarrollo científico y de la profesionalización de la arqueología española.
Durante la II República prosigue el proceso de profesionalización de la arqueología. En este período se promulgará en 1933 la Ley sobre Defensa, conservación y acrecentamiento del Patrimonio Histórico-Artístico Nacional, que supondrá un avance significativo en este terreno, sustituyendo la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades por la Sección de Excavaciones de la Junta Superior del Tesoro Artístico dependiente del Ministerio de Instrucción Pública. Esta ley establecerá el marco legal para la descentralización de la gestión del patrimonio, que en Cataluña posibilitará la promulgación de dos leyes en 1934 competentes en esta materia.
La imposición del régimen franquista tras la victoria en la guerra civil afectará de forma importante a la arqueología, tanto desde la perspectiva de la investigación como de la organización. La centralización administrativa impuesta por el nuevo régimen supondrá la desaparición de instituciones autonómicas y regionales que hasta ese momento habían asumido competencias en arqueología. Se creará la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, con una estructura de delegaciones provinciales y locales como organismo centralizador de esta actividad. En esta época la arqueología servirá al régimen proporcionándole argumentos que justifican, a través de su visión de la Historia nacional, su propia existencia. Se producirá un estancamiento teórico y una disminución de los contactos con el extranjero, quedando la arqueología española al margen de la renovación que comienza a efectuarse a partir de los años 60. Los únicos cambios se apreciarán a principios de la década de los 70 como consecuencia de la introducción de nuevas técnicas de datación y análisis, sin que el proceso de renovación teórica que se observa en otros ámbitos de la investigación histórica española afecte a la arqueología.
La llegada y consolidación de la democracia en España supondrá para la arqueología un período de reactivación, expansión y mayor presencia social. La transformación política provocará un cambio radical en la administración del patrimonio, con una estructura descentralizada competencia de las diferentes Comunidades Autónomas. La Constitución española de 1978 reconoce la competencia exclusiva del Estado en los aspectos referentes a la defensa del Patrimonio, así como la asunción de las competencias relativas a éste por parte de las Comunidades Autónomas.
Por tanto, en la actualidad, el Patrimonio Arqueológico en España es competencia de las diferentes Comunidades Autónomas que son las que regulan todo lo relativo a su investigación, protección, restauración y divulgación, a través de los diferentes organismos de gestión -departamentos de arqueología, museos, institutos de patrimonio, parques arqueológicos...- que han creado a tal efecto. La Administración Local también participa a través de otra serie de organismos propios -servicios arqueológicos y museos, municipales o provinciales -en los aspectos relativos a la investigación y tutela del patrimonio arqueológico.
La Administración Central tiene igualmente un papel en la investigación y conservación del patrimonio arqueológico, a pesar de no tener competencias directas sobre él, excepto en el caso del patrimonio arqueológico submarino, materializado a través de la colaboración de sus organismos competentes con las diferentes Comunidades Autónomas.
Junto al papel que juegan las diferentes administraciones en materia de competencias sobre el Patrimonio arqueológico, hay otra serie de instituciones y organismos directamente implicados en la investigación, conservación y divulgación de éste, como son las Universidades, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Fundaciones, etc.
De las Universidades procede una parte de los especialistas destinados a investigar y conservar el patrimonio arqueológico. Éstos están adscritos a los diferentes departamentos de Arqueología, Historia, Prehistoria, Paleontología, Antropología, y junto a ellos colaboran especialistas que, procedentes de otras áreas de especialización -geólogos, geógrafos, biólogos, químicos, antropólogos, arquitectos, restauradores, etc.-, reflejan el carácter interdisciplinar de la investigación arqueológica en la actualidad.
Un dato de especial relevancia en la configuración de la arqueología, a partir de la década de los 80, es el ejercicio de la profesión a cargo de arqueólogos organizados en empresas. Esta arqueología, asociada generalmente a los procesos de renovación y crecimiento urbano, o a la realización de grandes infraestructuras, ha posibilitado no sólo una inserción laboral de numerosos profesionales, sino la participación de éstos en el proceso de gestión del patrimonio.
En estos últimos años la expansión y desarrollo de la arqueología en España ha supuesto la apertura de ésta. Como consecuencia se asiste a una mayor presencia internacional, a través de la participación en proyectos con equipos de otros países, o en el debate sobre la renovación teórica de la disciplina. Asimismo, se ha iniciado un proceso de mayor integración dentro de la sociedad, acometiendo iniciativas, ya no sólo de investigación y conservación, sino de divulgación didáctica y puesta en valor del patrimonio, otorgándole una función en la vida colectiva.
Me parece interesante y con musho arte
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